¿QUIÉN
ES JESÚS?
Primera parte
Y Ustedes,
¿Quién dicen que soy yo?
Hace dos mil
años, un hombre formuló esta pregunta a un grupo de amigos. Y la historia aún
no ha terminado de responderla.
Era
simplemente un carpintero que hablaba con un grupo de aldeanos. Nada hacía
sospechar que se trataba de alguien importante. Vestía pobremente, no poseía
títulos ni apoyos, no hablaba más lengua
que el arameo, jamás había salido de su pequeño y olvidado país, no contaba con
armas ni poder alguno.
Eran jóvenes,
poco más que muchachos, y dos de ellos - uno precisamente el que hablaba -
moriría antes de los dos años, con la muerte más violenta.
Era odiado por
los poderosos.
Y los
humildes, no terminaban de entender lo que este hombre predicaba.
Los violentos
lo encontraban débil y manso.
Los custodios
del orden lo juzgaban violento.
Los cultos lo
despreciaban.
Los poderosos
se reían de su locura.
Había dedicado
a Dios su vida entera, pero los ministros oficiales de la religión le veían
como un blasfemo y un enemigo.
Muchos lo
seguían cuando predicaba por los caminos, pero a la mayor parte de ellos, solo
le interesaban los gestos asombrosos que salían de sus manos o el pan que
alguna vez les repartía.
De hecho,
todos le abandonaron cuando sobre su cabeza, rugió la tormenta de la
persecución de los grandes, y solo su madre y tres o cuatro amigos le
acompañaron en su agonía.
La tarde de
aquel viernes, cuando la loza de un sepulcro prestado se cerró sobre su cuerpo,
nadie hubiera dado un céntimo por su memoria, nadie hubiera podido pensar que
un recuerdo suyo perduraría en algún sitio, fuera del corazón de aquella mujer,
su madre, que se hundía en la tiniebla de la noche y de la soledad.
Y, sin
embargo, veinte siglos después, la historia sigue girando en torno a la memoria
de aquel hombre.
Los cronistas,
aún los más opuestos, siguen diciendo que tal o cual hecho ocurrió antes o
después de Él.
Media
humanidad, cuando se le pregunta por sus creencias, sigue usando su nombre para
denominarse.
Dos mil años
después de su muerte, siguen publicándose cada año, varios millares de libros
sobre su vida y su doctrina.
Su historia,
ha servido como tema de inspiración, para al menos, la mitad del arte que el
mundo ha producido desde que Él vino a la tierra.
Y cada año,
decenas de millares de hombres, dejan todo para seguirle, como aquellos
primeros amigos.
Desde hace dos
mil años, su nombre ha estado en la boca de millones de agonizantes, como una
esperanza, y de millares y millares de mártires, como un orgullo.
¡Cuántos han
sido encarcelados, atormentados!.
¡Cuántos han
muerto solo por proclamarse seguidores suyos!.
Su doctrina
inflama el corazón de los santos.
Discípulos
suyos se llamaron los misioneros que cruzaban el mundo para anunciar su Fe, y
los trapenses, que han renunciado hasta a la palabra.
¿Quién, quién
es este personaje que parece llamar a la entrega total o al odio, este
personaje que cruza la historia de medio a medio, como una espada ardiente?
¿Quién es y
que hemos hecho de Él, como hemos usado o traicionado su nombre, que jugo
misterioso o maldito hemos sacado de sus palabras?
¿Es fuego o es
opio?
¿Es bálsamo
que cura, espada que hiere o morfina que amodorra?
¡¡¡QUIÉN ES!!!