Este es el texto del Rollo dado por nuestro hermano Daniel en la Escuela del 1/7/11.
EL
LAICO EN LOS AMBIENTES
Introducción:
En lo que
fuimos viendo en este ciclo informativo, nos hemos referido fundamentalmente a
nuestro rol como Dirigentes en el
Movimiento de Cursillos.
Sin embargo, no
podemos ni debemos jamás olvidarnos que el Señor no sólo nos quiere para hacer bien los Cursillos.
Sino,
fundamentalmente para que con nuestro testimonio y compromiso lo hagamos
presente en medio de nuestros ambientes, y del mundo.
Para que, como
lo mencionan nuestros Pastores, Conferencia del Episcopado Latinoamericano;
seamos en este Siglo XXI, “Discípulos y
Misioneros de Jesucristo, para que nuestros Pueblos, en EL, tengan vida”
Esta charla,
propone llevarnos a descubrir de qué manera podemos conseguir ese objetivo.
Pretende
ubicarnos en el rol de LAICOS, que
estamos llamados a desempeñar, tanto en la Pastoral de la Iglesia, como en medio del mundo y de los
hombres, mostrando quienes somos los laicos, cuál es nuestra dignidad, cual
nuestra responsabilidad, cual nuestro deber, y en qué consiste nuestra vocación
y misión, dentro de las realidades en las cuales estamos inmersos.
Concientes de esta necesidad, hace muchos años atras, los
Obispos latinoamericanos, reunidos en el Celam, en Medellín, ya proponían lo siguiente: "Promuévase con especial énfasis y
urgencia, la creación de equipos apostólicos y de Movimientos laicos en los
AMBIENTES y estructuras funcionales, donde se elabora y decide en gran parte
el proceso de liberación y humanización de la sociedad".
Así
definían la imperiosa necesidad de que los fieles laicos tengan intervención.
Esto fue
reiterado a principios de su mandato por nuestro Papa Benedicto XVI:
expresando que los Movimientos
laicos son una expresión significativa, porque son esenciales para la
constitución divina del Pueblo de Dios.
Definición:
Definamos la palabra laico: del
griego λαϊκός –laikós, 'alguien del pueblo'–,
de
la raíz λαός –laós, 'pueblo'–.
También se lo
puede llamar castellanamente Seglar:
que es aquel fiel que no es miembro del clero.
El
redescubrimiento del término 'laico' fue impulsado principalmente en el Concilio
Vaticano II, nombrándose laicos a todos los Católicos bautizados que forman la
comunidad de fe de la Iglesia
pero que no han recibido las Ordenes Clericales.
O sea que
laicos somos todos los miembros de la iglesia Católica que no formamos parte del clero.
En pocas palabras, Nosotros, los
trabajadores de Cristo.
EL LAICO, ES UN HOMBRE O UNA MUJER QUE SIN SER RELIGIOSO
CONSAGRA SU VIDA A CRISTO, TRANSMITIENDO SU PALABRA Y SUS ENSEÑANZAS CON SU
EJEMPLO DE VIDA, SU TESTIMONIO Y SU PERSEVERANCIA. CONTINUANDO LA OBRA CREADORA DE
DIOS, BUSCANDO LA SANTIDAD PARA
EL Y TODOS LOS HOMBRES;
AMANDO AL OTRO COMO SI EL
OTRO FUERA EL MISMO.
AMANDO AL OTRO COMO SI EL
OTRO FUERA CRISTO.
AMANDO AL OTRO COMO SI EL
FUERA CRISTO.
Introducción sobre las obligaciones
del laico:
Desde el Concilio Vaticano II, se destaca que ser
laico en la Iglesia Católica es una auténtica vocación. El contenido de esta vocación es la
santificación de las obligaciones ordinarias del cristiano y, en primer lugar,
las familiares.
Esta vocación
consiste en "iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que
están estrechamente vinculados, y se realicen según el espíritu de Jesucristo,
y se desarrollen y sean para la gloria del Creador".
Forma parte de
esta vocación el apostolado, cuyo deber es el acercar las almas a Dios.
"Los
laicos ejercen el apostolado con su trabajo para la evangelización y
santificación de los hombres, llevándolo a cabo con espíritu evangélico, de
forma que su laboriosidad en este aspecto sea un claro testimonio de Cristo y
sirva para la salvación de los hombres".
La Doctrina
Social de la Iglesia
señala: "Es tarea propia del fiel laico anunciar el Evangelio con el
testimonio de una vida ejemplar, enraizada en Cristo y vivida en las
realidades temporales..." - "Los fieles laicos están llamados a
cultivar una auténtica espiritualidad laical, que los regenere como hombre y
mujeres nuevos, inmersos en el misterio de Dios e incorporados en la sociedad,
santos y santificadores"
Pavada de
responsabilidad, ¿no les parece?
Como en los comienzos los discípulos de Jesús tuvieron la
responsabilidad de proseguir con su obra, hoy nosotros como laicos
comprometidos tenemos la misma responsabilidad.
Llevar su palabra de salvación anunciando “La Buena Noticia”
para la santificación del mundo
Formación como laicos: (deber u obligación)
Para poder
enfrentar esta difícil, pero gratificante tarea, el laico tiene la obligación
de una constante formación, y el deber de estar preparado para los constantes
cambios de rumbo en la sociedad.
Al
formarnos, reforzamos y reformamos los criterios que sustentan y conforman
nuestra vida Cristiana, y nos lleva a actuar con plena responsabilidad, en
todas las estructuras temporales en que estamos viviendo.
Esta
formación hace redescubrir nuestra propia vocación como fieles laicos.
Vocación y misión personal que
define la dignidad y la responsabilidad de cada uno.
La
formación constante, es un deber y a su ves una obligación como Cristianos que
somos.
Porque
formándonos podemos intervenir y opinar en cuestiones de la Iglesia.
Por lo
tanto, el estado laical, es uno de los estados en que el cristiano
puede ejercer su misión dentro de la iglesia. Llegando a la comunidad con el mensaje, como
alguien del pueblo. El laico es aquella
persona bautizada, perteneciente a la Iglesia, que no
ha recibido el sacramento del Orden
Sacerdotal, ni hizo votos dentro de alguna comunidad religiosa, y así puede
y debe por su formación Cristiana, llevar el mensaje esperanzador a los
hermanos de su propio ambiente, con su ejemplo de vida.
Juan Pablo II, en CHRISTIFIDELES LAICI nos dice:
Hoy cada vez más
urgente es la formación doctrinal nuestra, no sólo por el crecimiento propio en la fe, sino también
por la exigencia de «ser razón de la esperanza», frente al mundo y sus graves
problemas.
Responsabilidad como laicos:
El ser laicos
nos da muchas satisfacciones personales, pero también nos trae muchas
responsabilidades que debemos afrontar.
Por
nuestra condición bautismal estamos llamados a colaborar activa y
responsablemente en la misión de la
Iglesia de Jesús.
La primera y principal: es el
transmitir el mensaje de Cristo
El Código de Derecho Canónico, nos
dice: (en el punto 225 § 1):
“Puesto que, en virtud del bautismo
y de la confirmación, los laicos, como todos los demás fieles, están destinados
por Dios al apostolado, tienen la obligación general, y gozan del derecho tanto
personal como asociadamente, de trabajar para que el mensaje divino de
salvación sea conocido y recibido por todos los hombres en todo el mundo;
obligación que les apremia todavía más en aquellas circunstancias en las que
sólo a través de ellos pueden los hombres oír el Evangelio y conocer a
Jesucristo”.
Juan Pablo II; nos señaló las líneas
fundamentales de la misión del cristiano en la sociedad y en la Iglesia, como apostolado
misionero. Él nos dijo que:
“Los laicos, en cuanto cristianos, están comprometidos a realizar un
apostolado misionero. Sus competencias
específicas en las diversas actividades humanas son, en primer lugar, un
instrumento que Dios les ha confiado para hacer que el anuncio de Cristo llegue
a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el
testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura".
También en
el Catecismo de la
Iglesia Católica, (tema LOS FIELES LAICOS, números, 897 a 913. Entre ellos el 907)
nos recuerda que: LOS
FIELES LAICOS “Tienen el derecho y a veces incluso el deber, en razón de su propio
conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los pastores sagrados su
opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestarla
a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres
y la reverencia hacia los pastores, habida cuenta de la unidad común y de la
dignidad de las personas” (CIC can.212,3).
Queridos
hermanos los Laicos, como discípulos de Jesús en el mundo estamos llamados a:
Anunciar
el amor de Dios a la humanidad, especialmente su amor por los que sufren toda clase de marginación y opresión.
La
palabra y la acción del laico en el mundo ya sea en su compromiso intrafamiliar,
en el mundo laboral, en la sociedad civil o en medio de la militancia política,
debe transparentar el
rostro misericordioso de Dios, que ama a todos sus hijos.
Llamados a profundizar en una espiritualidad que
nos lleve al encuentro con Dios en las realidades del mundo.
Una
espiritualidad
que nos saque del paradigma espiritual, para sustentar una
espiritualidad cristiana de presencia y acción en el corazón del mundo.
En
definitiva, debemos procurar una espiritualidad laical de compromiso profético en el mundo y que sustente como nota característica el Cristocentrismo y una
actitud constante de escucha del Espíritu de Dios.
Una espiritualidad
que nos haga capaces de vivir bajo el impulso del Espíritu, con gran
creatividad y libertad.
Llamados a encontrar un lenguaje mas apropiado para hablar de Dios al hombre del siglo XXI.
Un
lenguaje que no esté marcado sobre todo por un aprendizaje intelectual o
catequístico repetido a través de formulas, que poco o nada tienen a veces que ver
con la experiencia cotidiana del hombre y la mujer de hoy.
Por
el contrario, nuestro lenguaje debe ser comprensible, atractivo y convincente
para nuestros contemporáneos.
Un
lenguaje sobre Dios adaptado a las nuevas y diversas realidades. Un lenguaje en definitiva testimonial, que nos permita anunciar el evangelio como una palabra fraterna y
solidaria.
Llamados a anunciar activamente,
que el compromiso de la construcción de la paz y la justicia, pertenece al núcleo de la proclamación del Evangelio.
Es un hecho que,
si no hay liberación de las situaciones violentas que oprimen a los hombres y a la naturaleza, no se anuncia la Buena Noticia.
Jesús
no vino a instituir o reemplazar una religión, sino que vino a develarnos el proyecto amoroso de Dios, para todos los hombres y mujeres que han
compartido y comparten con nosotros este mundo en común, que es la tierra.
Llamados a evitar el mostrarnos como el centro de
las religiones.
Y
de esta manera que nuestro discurso, se convierta en amenaza u ofensa para
otros hermanos, que
comparten con nosotros el espacio en que vivimos.
Nuestra acción
en el mundo, no puede olvidar que el camino
de la paz mundial pasa por el dialogo entre las religiones.
Llamados a ser
capaces de generar un movimiento formativo en vistas a la acción laical.
Un proceso
formativo hacia el interior de las
comunidades cristianas, que lleve a superar el inmovilismo o la indiferencia de
muchos cristianos.
En
este sentido, por un lado, todo laico debe sentirse responsable de su
formación en la
Doctrina Social de la Iglesia, en los grandes temas de la moral y
de la teología, para que su
experiencia de vida se nutra de la riqueza del Evangelio.
No
basta formarse para los sacramentos o el ejercicio de un ministerio, se
hace urgente
organizar canales de formación
adecuados para la acción laical en el mundo.
Nosotros como
Movimiento de Cursillos, movimiento netamente de raíces laicales, para lograr
la cristianización de los ambientes y las estructuras, estamos llamado a
localizar dentro de los ambientes a los "hombres
vértebras", a los "hombres-ejes",
a los "lideres", a los "locomotoras”, suscitando en ellos
anhelos de valores superiores y trascendentes, encarnizándolos con la Buena Noticia del
Evangelio, y propiciando en ellos una integración en las comunidades, que
asegure el desarrollo de su "conversión inicial" en el Cursillo, y
les ayude a influir en sus ambientes, cristianamente apoyados unos en otros.
Posibles impedimentos:
Puede haber
impedimentos para realizar nuestra tarea como laicos, pero ninguno insalvable. El impedimento mayor y que no tiene
salvación, somos nosotros mismos. Cuando
con nuestra soberbia, con nuestro egoísmo, negamos nuestro crecimiento y el de
los demás. Así nos alejamos de la
posibilidad de ser laicos evangelizadores.
Conclusión:
Viendo a la Iglesia como cristianos que
la aman, y que aman al mundo en que están inmersos, como cristianos que nos
hemos comprometido en la evangelización, como cristianos que hemos hecho
nuestra opción a través del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, cuya
finalidad última es “fermentar de evangelio los ambientes” podemos decir que
hoy mas que nunca ante la falta de vocaciones sacerdotales y por ende la falta
de sacerdotes, nosotros los laicos tenemos un compromiso aun mayor para
mantener vivo este movimiento de la iglesia Cristiana.
Debemos
proceder siendo laicos comprometidos con nuestros Ambientes, mostrando día a
día con nuestra forma de proceder, con nuestra vida misma, a un Cristo
vivo.
A un Cristo
comprometido con su pueblo, que esta entre nosotros, que
deja que tengamos un encuentro personal con Él en la Eucaristía.
A un Cristo que
nos mira en todo instante. Y con esa
mirada quiere arrancar de nuestros corazones una actitud sincera de
arrepentimiento y generosidad. Nos invita a aprender a mirarnos en sus ojos y a
responder a las miradas que El, ahora nos dirige, desde el Sagrario.
El laico
Cristiano del siglo XXI debe ser un hombre o una mujer que habiendo tenido un
encuentro personal con Cristo, el cual le cambió la vida, un convertido, no un
católico por tradición, por familia o por colegio solamente.
Será un hombre
o una mujer que de testimonio de que ama, que vive el amor, en el trato de
persona a persona y en grupos, que quiere a todos por igual.
Una persona
solidaria con todos los seres humanos, especialmente con los que más sufren,
sin excluir a nadie, sin sectarismos, exclusivismos, fobias u odios a tal o
cual grupo humano.
Debe hacer que
nuestra Iglesia, ante su propia conciencia y ante la sociedad, clarifique su
actitud frente a todos los que buscan a Dios o sienten haberlo encontrado,
incluso fuera de la Iglesia
católica y aun del cristianismo.
Como
laicos debemos hacer sentir que tenemos plena conciencia de estar en la verdad,
pero que conocemos también nuestras deficiencias e insuficiencias humanas, y explicarlas, no para justificarlas, sino
para que se vea nuestra sinceridad en la búsqueda del bien.
Convivir
en paz, en vez de competir, a la defensiva o a la ofensiva, sentirnos hermanos,
estimularnos mutuamente, apoyarnos los unos a los otros. Cuanto más santos y
más humildes seamos, mejor nos entenderemos y más nos acercaremos, acompañándonos
los unos a los otros hacia Cristo.
Estamos atravesando una
época muy distinta a las anteriores, hoy más que nunca
es preciso el ejemplo de los laicos en el mundo, laicos
cristianos que, ya desde el bautismo, estamos
llamados al apostolado. Un apostolado de amistad y
confidencia, fieles al espíritu cristiano y a la
hombría de bien.
“Hermanos no nos olvidemos nunca que
somos laicos al servicio de Cristo”.
¡De Colores!
Daniel Valveson
CH74