CARTA A UN NO CURSILLISTA
Los Cursillos de Cristiandad son un movimiento en la Iglesia que mediante un método propio pretenden que las realidades de lo Cristiano emerjan como identidad, actitud y destino, levantándolas del ostracismo en el que permanecen, dándole al bautismo su valor práctico, centrando y orientando la vida con el ideal asequible a la personalidad propia y hacer del tiempo que se nos otorga para vivir una entrega para su consecución.
Estas causas remotas tienen unas consecuencias próximas. Por un lado se da un sentido a la vida, porque se le llena de esperanza y por el otro nos conduce a una seguridad que contagia, que transmite y que entusiasma aún sin intención.
A las personas que así viven se les llama Dirigentes. Y son dirigentes porque se dirigen a sí mismos, llevan su vida, son personas locomotoras no vagón porque impulsan el rumbo de su vida; son personas vértebra porque aguantan y no "se les aguanta”. Si además estas personas tienen fe en la Resurrección de Jesucristo y habilidad suficiente para conectar el comportamiento de Jesús al desarrollo natural de su personalidad. Estos son dirigentes también "para los demás", dado que ese empeño se enmarca en la pretensión evangélica de los Hechos de los Apóstoles.
Se es dirigente no por una declaración especial, ni por un nombramiento que otorga legitimidad, sino por la fe y el comportamiento consecuente que "arrastran" sin pretensión.
Un Cursillo son 3 días, 75 horas contadas y en él se mezclan con eficacia probada; el retiro, para provocar en el Cursillista el encuentro personal consigo mismo,
el testimonio por el que se dan razones personales de la fe y la formación pues también se explica razones teológicas de la Gracia. El contenido abarca los tres pilares básicos de la PIEDAD, que nos hace fuertes, el ESTUDIO que nos hace hábiles y la ACCION que nos hace útiles.
Conscientes de ser Iglesia con vocación al hombre de hoy inmerso en sus círculos de interés y con cualidades humanas, pero desorientado por el titubeo histórico de los valores, eclipsado por la vorágine de cambios y "muriendo" en un nuevo intento de adaptarse a "lo nuevo" que nos trae el mundo en avance tecnocrático.
La proclamación de la fe en Cursillos aterriza en una propuesta de despegue: Cursillos ofrece una dinámica para toda la vida, tiempo del cuarto día, que es la ULTREYA y la REUNION DE GRUPO que son los ejes fundamentales en los que se renueva la extroversión de dicha fe.
En la Reunión de grupo se desarrolla el plano personal, compartiendo y motivando la vida de piedad, estudio y acción, según los momentos, descubrimientos o planes que mantienen viva la verdad de la fe en cada uno de nosotros.
En la Ultreya, sin embargo, se comparte el nivel social de esta fe. En ella somos "comunidad cristiana" por hora y media ya que fuera de ella lo que se pretende es ser "cristiandad en Acción", en que las personas y las reuniones de grupo son Cristo presente en medio del mundo y desvinculado de toda estructura intraeclesial aún siendo Iglesia.
En este tipo de convocatoria se respira un ambiente de alegría, pues uno insinúa en su rollo sus suertes por medio de la fe en Jesucristo y se respira una hermandad, en que los nuevos son siempre los mejores y los antiguos más santos porque muestran una actitud deseable en la vida de fidelidad y orientación.
Yo en ella he vivido hasta la corrección fraterna que se ha sobrepuesto a mi orgullo, esa santa dosis de ambición que necesito para vivir.
Gracias a este método he levantado el polvo que habían acumulado mis conceptos sobre La religión y la Iglesia, que me mantenían entre el oscurantismo y la superstición y me he acercado a Dios.
He descubierto que el comportamiento cristiano no es un antídoto contra mis males sino un "virus" que me invade el alma que da la fuerza necesaria para convivir con Lo incomprensible que forma parte de esta vida al margen de nuestra voluntad. Por eso vivimos cómodos mientras no pasa nada, distraídos con lo nuevo y con la novedad en nuestra vida y en la de los demás: pero nuestra procedencia del misterio y lo incomprensible llega sin avisar y sorprende a quien no ha sembrado en su conciencia la pertenencia a una naturaleza inexplicable. Hoy no sólo voy a misa por cumplir un rito que me conforma por no contradecir la inercia de una costumbre social, sino que en el Evangelio busco a un Cristo que resuelven con su comportamiento mis contradicciones y en la Eucaristía encuentro la eternidad que me salva. Le miro a la cara al misterio representado en la majestuosidad del altar y siento que Dios me prefiere y que la vida no me ha nacido para matarme.
En Cursillos he aprendido en el contacto con los demás y en la llamada que me hace a la reflexión y al encuentro conmigo mismo, a tener valentía para pedirme perdón por las cosas que hago y no me convienen y en eso aprendo también a influir mis sentimientos. Sé que cuando le pido perdón a Dios y a la Iglesia en la confesión no sólo hago lo que "está mandado" sino que me hago un bien a mí y vuelvo a respirar profundamente y a sentir aquella renovación de confianza y seguridad que me otorga la vida misma para relacionarme con ella y no ir pasando en este camino, como en tantas ocasiones, desapercibido de mí.
Si nunca has ido a un cursillo, no te pierdas la oportunidad de vivirlo, algo bueno obviarías en tu vida: tanto si nunca has estado cerca de la Iglesia, ni has sentido la fuerza de Dios, como si tienes una fe profunda; pues verla en los demás abunda tu vivencia, refuerza tu opción y alimenta tu claridad, nunca difuminará tu perspectiva.
i¡¡Si pudieran conocer esto todos los hombres de la tierra…!!!
Jesús Valls Flores
Tomado de la página www.cursilloatlanta.org
